Cuando esto pase, seremos diferentes, de hecho, ya lo somos. Sólo por el hecho de que ya está ocurriendo en nuestras vidas, no está en nuestro control dejar de vivirlo.
Sí, lo está, sin embargo, aceptar que esta es la vida, la sociedad y el acontecimiento probablemente más desconcertante que como grupo social estamos compartiendo. Decidir que no podemos cambiar el hecho de que el COVID-19 haya entrado en nuestras vidas sin poder evitarlo, no es resignarse, no es una actitud cobarde, es una actitud realista, de aceptación y empoderante como persona.
Porque lo único que no podemos dejar de hacer, es de DECIDIR. Eso nos capacita, nos otorga reponsabilidad, pero también poder, el poder de estar presente en cada momento vivido y enfocarlo desde lo que yo decido.
No podemos dejar de decidir, decidir que el COVID-19 es nuestro presente y aceptar que ésta, como tantas otras realidades que se presentan en nuestro día a día, no dependen de nosotros, es aprender de manera continua, es darnos cuenta de cual es nuestra área de control y esa, muy pequeña pero poderosa, nos permite enfocarnos de una manera realista y empoderante en cada momento vivido.
Por tanto no puedo evitar que la pandemia COVID-19 sea mundial, pero puedo DICIDIR como vivirla. Y entonces entran en juego todas las habilidades, fortalezas, debilidades y características que como persona hemos ido entrenando a lo largo de nuestra vida.
¿Porqué lo vivimos de manera tan dispar? La respuesta es, RESILIENCIA.
La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad. Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos (Instituto Español de Resiliencia).
Por ello, las personas resilientes darán respuestas más adaptativas ante un mismo acontecimiento. Sólo se centrarán en lo que está en su control, sólo se enfocarán a la solución, porque es lo único que está sus manos, no estarán construyendo pensamientos catastrofistas, no estarán estableciéndose objetivos no realistas, se pondrán metas a corto plazo que sean realistas, medibles y alcanzables, se crearán retos con dificultad intermedia (ni muy fáciles, porque no les motivarían, ni muy difíciles, porque deciden no frustrarse), no negarán sus emociones, porque cada una de ellas les estará lanzando un mensaje, etc.
En 1988, el Dr. Bowlby, psiquiatra y psicoanalista, afirmaba que la capacidad de resiliencia frente a eventos estresantes que ocurren en el niño es influída por el patrón de apego o el vínculo que los individuos desarrollan durante el primer año de vida con el cuidador, generalmente la madre, aunque puede ser otra persona.
Aunque la resiliencia viene determinada en gran medida por el vínculo de apego que se establece en el primer año de vida, afortunadamente es una característica que entrenamos a lo largo de todos los ciclos vitales, y este momento, es, sin lugar a duda, una gran oportunidad para llevar la resiliencia al gimnasio.
Si todos lo hacemos, después de esto, nos encontraremos una sociedad emocionalmente preparada para afrontar con éxito, la adversidad.
Decidir, cada día, poner en marcha estrategias de afrontamiento resilientes, es tomar una gran decisión.
Raquel Bello. Psicóloga General Sanitaria.
Espacio Oikos.